Samsung anunció sus primeros teléfonos insignia desde la debacle que sufrió el año pasado con las explosiones e incendios de sus Note 7. El nuevo Galaxy S8, y su hermano mayor Galaxy S8+ fueron presentados en un evento simultaneo en Nueva York y Londres. Las pantallas del nuevo teléfono son más grandes que las del Galaxy S7 y S7 Edge, prácticamente sin bordes ni marcos y con curvas que se escurren de lado y lado.
“Infinity display” o “pantalla infinita” como han bautizado este diseño también se ha comido al botón físico de inicio que ahora será virtual y el lector de huellas a ido a parar atrás a lado de la la cámara pero ha sido dotado de nuevas funciones como el reconocimiento de gestos programables, para abrir y cerrar las aplicaciones más comunes. Por dentro, incorpora por primera vez baterías a prueba de combustión y como novedades estrictas tenemos el reconocimiento facial como método de desbloqueo; la conversión del móvil en una PC a través del soporte DeX, y el asistente virtual Bixby.
Pero el principal mensaje que quiere mandar Samsung a quienes compren su Galaxy S8 es la garantía absoluta de que no les va explotar en la mano. Las baterías que instalan están fabricadas de acuerdo al nuevo protocolo de seguridad instaurado en enero por el fabricante asiático tras culminar la investigación que concluyó que la causa que provocó la combustión de las baterías de algunos Galaxy Note 7 fueron problemas de diseño y de soldadura.
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