Suelos, aguas y has los alimentos mexicanos están contaminados con radiactividad. A pesar de que México no posee armas atómicas y cuenta con apenas dos centrales nucleares para generar energía eléctrica, regiones del país padecen una contaminación silenciosa: no huele, no se ve y no se siente… pero puede ser mortal. La principal fuente de esta contaminación es su vecino, Estados Unidos.
Un estudio de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), producto de más de 10 años de investigación ininterrumpida, ha revelado la presencia de Cesio-137 en suelos y represas de agua en varias partes del país. La mayoría, en el norte de la nación.
De acuerdo con información proporcionada por Tania Robles, del oficial Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), las investigaciones han sido realizadas por un equipo encabezado por el doctor Epifanio Cruz Zaragoza, del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM.
Entre los hallazgos de la investigación científica se destaca que esa contaminación de suelo y agua se ha transmitido a cultivos para consumo humano.
También a través de los estudios se ha podido determinar que la principal fuente de esta contaminación han sido las pruebas atómicas que Estados Unidos ha realizado cerca de la frontera con México y las centrales nucleares instaladas muy cerca de la línea divisoria internacional.
En el estudio se asienta que desde la primera detonación de una bomba atómica en el mundo, en México hay presencia radiactiva contaminante.
Y es que esa primera detonación fue hecha por Estados Unidos en julio de 1945 en el desierto de Alamogordo, Nuevo México, a 140 kilómetros de la frontera con México, donde se encuentra, del lado mexicano, la populosa Ciudad Juárez, Chihuahua.
A esa prueba, llamada Trinity, seguirían muchas más. Estados Unidos es el país que más pruebas nucleares ha realizado en todo el mundo: oficialmente lleva 1.054. La más reciente data de 1992.
Estados Unidos siguió realizando detonaciones nucleares muy cerca de su frontera con México, como las de Carlsbald y Farmington, ambas en Nuevo México, y en el Gran Valle del Colorado, una región atravesada por el río Colorado, que desemboca en México.
En el estudio de la UNAM se señala que el otro río que comparten ambas naciones es también fuente de contaminación. Se trata del río Bravo, como le llaman los mexicanos, o río Grande, como lo conocen los estadounidenses. Este cause, que en una parte de su trayecto se convierte en la frontera física de ambas naciones, «arrastra grandes cantidades de químicos venenosos, tóxicos y hasta contaminantes radiactivos», afirmó Cruz Zaragoza al Conacyt.
Además, de los 437 reactores nucleares que poseen 30 países, 104 son de Estados Unidos. Nueve de ellos han sido instalados cerca de su frontera sur: cuatro en California, tres en Arizona y dos en Texas.
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