Las alertas se encendieron el lunes en Nicaragua, cuando Rosario Murillo, vicepresidenta y esposa del presidente Daniel Ortega, apareció en su cadena diaria de televisión para anunciar que estaba “conversando” con el presidente de la Asamblea Nacional para “revisar” el uso de las redes sociales en este país centroamericano. Murillo (quien funge como una poderosa primera ministra) aseguró que las redes están “influenciando negativamente” a los nicaragüenses y afectando la “capacidad de convivencia” de las familias del país.
En la neolengua creada por la mujer del Comandante, eso se traduce como una necesidad de censurar las críticas que les llueven a través de las redes sociales. En un país donde cualquier manifestación en contra del Ejecutivo de Ortega es reventada con violencia, los críticos son silenciados y los periodistas hostigados y perseguidos, el anuncio de Murillo se ha tomado con mucha seriedad, generando una ola de indignación precisamente en los medios que ella pretende censurar: Facebook, Twitter y YouTube.
De darse, es la muestra inequívoca de una autocracia cada vez más parecida a una dictadura como la china. Para Murillo se trata de “proteger” la “concordia que hemos trabajado mucho para construir en nuestro país”.
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