Cada vez más prisiones en Estados Unidos limitan o cancelan la opción de los presos de recibir visitas y reemplazan estas por llamadas en vídeo a distancia. Las empresas que dan este servicio, llamado “visitación en vídeo”, o, coloquialmente, “Skype para presos”, aprovechan un vacío legal para ganar dinero y ahorrárselo a las prisiones, que gastan menos en celadores y se llevan una parte de los beneficios de este sistema.
Porque, a diferencia de Skype o de la visita física, las llamadas en vídeo desde prisión no son gratis. Una compañía, Securus Technology, cobra al preso 12,99 dólares por veinte minutos de llamada. “¡Visite a un preso desde casa!”, anuncia su página web. La empresa invita a cantar nanas o cumpleaños feliz a distancia, o a ver un capítulo de una serie de televisión con tus seres queridos al otro lado de una pantalla.
Esta práctica se está extendiendo por todo el país. Aunque de momento resulta difícil conocer la cifra exacta, la ONG Prision Policy Iniciative dice que en torno a 600 prisiones en 46 estados ya han adoptado las vídeollamadas. El 74% de ellas han reducido o eliminado las visitas físicas. Y el camino judicial para protestar no está claro.
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