A todos nos ha pasado: el mismo teléfono que funcionaba como un rayo cuando lo compraste es ahora lento e insufrible. ¿Por qué sucede esto? El móvil se ha llenado de «cosas». Cualquier móvil nuevo funciona más rápido por el mero hecho de ser nuevo y, por ende, venir casi vacío de fábrica. Hay pocas aplicaciones instaladas, mucho espacio libre y apenas archivos en su interior.
Es normal que recuerdes que tu teléfono era rapidísimo recién salido de la caja: lo raro habría sido lo contrario. Por ejemplo, para la aplicación de Galería no es lo mismo leer las vistas previas de cuatro fotos que has hecho de prueba que de miles de fotos, y no es lo mismo para el móvil moverse con unos pocos procesos de fondo que tras haber instalado e iniciado sesión en un montón de redes sociales y aplicaciones de chat.
La propia memoria interna del teléfono necesita de suficiente espacio libre para funcionar a pleno rendimiento. Un teléfono sin apenas espacio libre es un teléfono lento, donde el sistema emplea valiosos recursos en pelearse para encontrar bloques disponibles. Es por esto que un modo clásico de «rejuvenecer» a un móvil pasa por restaurarlo de fábrica. Borrón y cuenta nueva, y una técnica que es eficaz hasta cierto punto, porque si reinstalas todo tal cual estaba, irá más o menos igual.
Las aplicaciones para el móvil se encuentran en una eterna batalla consigo mismas y su competencia por captar la atención de los usuarios. Es una tarea nada fácil cuando hay 3,3 millones de aplicaciones a un toque de distancia. En consecuencia, deben actualizarse constantemente bajo la premisa de más y mejor.
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