Hace dos años, la compañía PredPol hizo público que había desarrollado un software policial «preventivo», capaz de señalar a la policía dónde y cuándo era más probable que se perpetraran crímenes en una determinada ciudad, en base a factores como la ubicación o la hora del día, por lo que a la policía le bastaba con destinar más efectivos donde y cuando se lo notificara el software.
Se iniciaba entonces (aunque Los Ángeles y Atlanta habían protagonizado ya alguna experiencia piloto) un experimento social con notables paralelismos con la política de ciencia-ficción «Minority Report», así como una línea de trabajo con potencial para revolucionar la labor policial. De modo que ¿cómo cabe valorar la experiencia tras dos años en funcionamiento?
Según la policía municipal del distrito 7 de Chicago en Estados Unidos, parece que lo justo es valorarla muy positivamente: el uso de algoritmos predictivos ayudó a reducir el número de tiroteos en un 39% (y el de asesinatos en un 18%). Otros tres distritos de Chicago no muestran datos tan significativos, pero aún así hablamos de reducciones del 15 al 29 % en el número de tiroteos. Ante estos datos, resulta complicado no tener la tentación de depositar en manos de algoritmos gran parte de la labor de coordinación policial.
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